Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
Adviento rememora la primera venida de Jesucristo y espera su segunda y definitiva venida al final de la historia. Además, nos permite percibir con mayor nitidez la presencia del Señor entre nosotros en cada acontecimiento de nuestra historia, en la inmediatez de su Palabra, en la vivencia de los sacramentos y en cada persona, especialmente los más pobres y vulnerables, el hambriento, el sediento, el forastero, el desnudo, el enfermo y el encarcelado con quienes Él se identifica.
Nuestros labios han de abrirse para hablar de Cristo, pero es imprescindible que nuestros oídos estén atentos para escuchar su palabra, porque Él mismo nos habla hoy.
No nos limitamos a difundir una imagen teórica de Cristo, sino que nos dejamos conducir a una experiencia directa de Él.
Adviento nos prepara para reconocer el protagonismo de Cristo, siempre vivo y activo en la comunidad.
Durante este tiempo de gracia, como testigos y compañeros de camino, también salen a nuestro encuentro la Virgen María, san Juan Bautista, el profeta Isaías, el torrente de voces procedentes de la Antigua Alianza y el caudal inagotable de los discípulos del Señor y de los santos que reflejan la perfección de su amor.
Adviento no es un acontecimiento exterior cargado de imposiciones y obligaciones, sino una gracia interior que persuade, convence, fascina y atrae desde el amor.
La vida cristiana es un regalo de Dios, no una experiencia propia de una religiosidad a la carta, un sincretismo de supermercado en el que seleccionamos los productos que pretendemos digerir.
La auténtica luz de Adviento es Jesucristo y no los colorines y las lamparillas. Las lucecillas no deben impedirnos ver a Cristo que ilumina la historia de la humanidad.
De poco sirve preparar adornos si nuestra vida no está adornada por dentro.
De poco sirve enviar felicitaciones si no reconocemos que el Señor nos felicita cada día con el regalo de la vida y los dones de la fe, la familia, la comunidad, la Iglesia.
En Adviento nos dejamos iluminar y conducir por el Espíritu, agente principal que hace posible el misterio de Dios que planta su tienda entre nosotros.
En Adviento nos abrimos a la acción dinámica de Cristo que actúa entre nosotros y que prolonga su actividad en la Iglesia de todos los tiempos.
Adviento es tiempo de espera gozosa y perseverante, es oportunidad de encuentro.
Adviento señala una trayectoria, indica un sendero, abre un horizonte. Y la meta es el Señor que viene.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.