Me gusta leer la vida de los apóstoles con Jesús desde una perspectiva muy concreta, que me ayuda mucho también a comprender la Iglesia que tenemos que construir. Pienso en algunas cosas que ellos fueron descubriendo, poco a poco, en su relación con el Maestro. Y son descubrimientos que nosotros, los cristianos y cristianas de hoy, también somos llamados a hacer. Por eso voy a escribir mis cuatro próximas cartas desde esta perspectiva: los cuatro descubrimientos fundamentales que los discípulos fueron haciendo. Os compartiré uno cada semana.
El descubrimiento de lo esencial, del centro de todo: “Señor, enséñanos a orar”. Hay un momento crucial en el Evangelio: Jesús decide, resueltamente, subir a Jerusalén, sabiendo lo que le esperaba. Esta subida está narrada formidablemente por San Lucas. Los discípulos ven lo complicado que está todo, se dan cuenta de las críticas, de los abandonos, de todo lo que está pasando. Ven que todo es difícil. Incluso ellos mismos se desconciertan. No sólo ven las complicaciones, sino que incluso se pelean y discuten (quién es el mayor, quién es el primero…). Jesús les envía a misionar, de dos en dos, y disfruta y ora con ellos a su regreso.
Es decir, los discípulos perciben que el Reino de Dios es difícil, que es una tarea para la que no llegan las fuerzas, y se ven pequeños e impotentes. Y miran a Jesús, y le ven que sigue adelante. Se preguntan, en el fondo de sí mismos, ¿qué tendrá este hombre?, ¿qué hay en el fondo del corazón del Maestro? ¿Dónde está el más profundo centro de la vida del Maestro? Y lo descubren: “Señor, enséñanos a orar”. Descubren que Jesús es alguien centrado en ABBA, alguien centrado en Dios. De ahí la petición que le hacen: danos tu centro, danos tu clave, enséñanos a orar.
Gracias a esta petición, Jesús les regala el Padre Nuestro, la oración con la que rezamos cada día, con la que nos acercamos a Dios, como hijos e hijas, con la misma confianza con la que lo hacía Jesús. El Padre Nuestro constituye la mejor expresión de la relación de Jesús con el Padre. Es el alma de Jesús. Por eso, la liturgia de la Misa nos invita a rezarlo con una frase curiosa: “nos atrevemos a decir”. Hay que ser muy atrevidos para hablarle a Dios como le hablaba Jesús. Pero Dios, nuestro Padre, nos ayuda a rezarle con confianza, inspirados por el Espíritu.
El seguidor de Jesús es alguien que vive en profundidad desde Dios, y esa vida le da fuerzas para el camino. Este es el primer descubrimiento de los apóstoles.
En las siguientes cartas os compartiré algunos otros descubrimientos que nos pueden ayudar en nuestra vida de fe.
Gracias por vuestra ayuda y que Dios os bendiga.










