+Vicente Jiménez Zamora
Administrador Apostólico de Huesca y de Jaca
El día 1º de mayo es la Fiesta del Trabajo. La Iglesia ha puesto a san José como modelo de los trabajadores y obreros. En el taller de Nazaret aprendió a trabajar también el Hijo de Dios, llamado en los evangelios “el hijo del carpintero” (Mc 6, 3; Mt 13, 55).
La Fiesta del Trabajo nos brinda una ocasión maravillosa para reflexionar en esta breve carta pastoral sobre el mundo obrero y la realidad del trabajo. Lo hago a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia.
El Papa Juan Pablo II dedicó su primera encíclica social al tema del trabajo: Laborem exercens. La Iglesia -decía el Papa- está vivamente comprometida con esta causa, porque la considera como su misión, su servicio, como verificación de su fidelidad a Cristo, para poder ser verdaderamente la Iglesia de los pobres.
Los Obispos españoles en un documento titulado: La Pastoral obrera de toda la Iglesia, afirmamos: “La evangelización del mundo obrero ha de ser comprendida, asumida y vivida por toda la Iglesia como obra propia” (POTI 18). Por tanto, la presencia de la Iglesia en el mundo obrero es necesaria para verificar nuestra fidelidad a Cristo y a la misión evangelizadora.
La pastoral obrera debe plantearse cómo anunciar la Buena Nueva en este mundo concreto del trabajo, cómo iluminar y trabajar por la transformación de esa realidad desde los valores del Evangelio y desde la Doctrina Social de la Iglesia, cómo ser instrumento dócil a la acción del Espíritu Santo, para que la Iglesia de Jesucristo nazca, eche raíces y se consolide en el mundo del trabajo.
La pastoral obrera no debe considerarse como tarea particular y exclusiva de algunas comunidades, de personas o Movimientos especializados de la Acción Católica, como la JOC (Juventud Obrera Cristiana), MTS (Mujeres Trabajadoras Cristianas) y HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica), sino que es tarea de toda la Iglesia.
En esta Fiesta del Trabajo nos sentimos cercanos a los gozos y esperanzas de las mujeres y de los hombres del Mundo Obrero y de sus familias, especialmente de los que sufren el paro o de aquellos que soportan unas condiciones de trabajo que imposibilitan una vida digna. Valoramos el trabajo de los militantes y cristianos en el mundo obrero. Lo agradecemos y lo reconocemos. Conocemos las dificultades para anunciar a Jesucristo en el mundo obrero, pero contamos con la fuerza del Espíritu del Señor para hacer presente el evangelio del trabajo.
A la fiel custodia de San José, obrero artesano en el hogar de Nazaret, encomendamos a nuestros trabajadores.