Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
Aunque el año litúrgico comienza con el tiempo de gracia de Adviento, el comienzo del año civil también significa para nosotros, y para nuestro entorno cultural, un conjunto de momentos favorables, de días propicios, de semanas oportunas.
El Señor nos regala doce nuevos meses que pueden discurrir velozmente, y sin que nos demos cuenta de su significado, de su paso y de su peso. Pero también los podremos saborear uno a uno, con sus matices, sus colores, sus fragancias y sus peculiares valores.
Se abren delante de nosotros, como un abanico multicolor, jornadas repletas de compromisos, trabajos y quehaceres. Llegarán amaneceres llenos de posibilidades, proyectos y actividades. Habrá horas de siembra con deseo de fecundidad. Se nos concederán días de alegría y sufrimientos, de ilusión, esfuerzo y sacrificio. Viviremos atardeceres serenos que se ofrecerán como regalo para el encuentro, la lectura, la convivencia, el silencio, la oración y la fraternidad. Recibiremos anocheceres agradecidos en los que reconoceremos delante del Señor la bondad de su empeño “de convertir nuestro sueño en una humilde alabanza”.
El tiempo es siempre una posibilidad más que una esclavitud inexorable. Su valor se mide por la intensidad de vida con que lo acogemos, lo disfrutamos, lo agradecemos y lo llenamos de sentido. Y el auténtico sentido se nos revela en la persona, en la vida y en la misión de Jesucristo, luz que ilumina a las naciones y gloria del pueblo elegido, desde los siglos, con amor de alianza.
Tendremos oportunidad de conocer y de acoger a muchas personas. Recibiremos testimonios conmovedores y trataremos de ser testigos convencidos de la alegría del Evangelio y del Evangelio de la esperanza.
Asistiremos a encuentros celebrativos, gozaremos con la participación frecuente en los sacramentos, abriremos nuestros oídos en actitud de permanente y creyente escucha de la Palabra de Dios. Conoceremos diversas posibilidades de formación, y tendremos momentos de estudio, maduración y aprendizaje.
Todo será una bella historia de salvación, historia de gracia, tiempo ofrecido como regalo gratuito. Leeremos con admiración y gratitud el libro abierto de la creación. Construiremos puentes de diálogo. Tendremos experiencias de fraternidad universal y colaboraremos en la construcción del tejido social basado en la amistad.
Todos los días nos acompañará la Virgen María, a la que desde el primer día del año reconocemos como Madre de Dios. Ella nos mostrará a su Hijo y nos dirá: “Haced lo que Él os diga” (Jn 2,5).
¡Feliz Año del Señor!
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.