+Vicente Jiménez Zamora
Administrador Apostólico de Huesca y de Jaca
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El Papa Francisco ha publicado su cuarta encíclica con el título Dilexit nos, en la que nos invita a descubrir el amor humano y divino del Corazón de Jesucristo. Este documento no sólo retoma la rica tradición de la devoción y culto al Sagrado Corazón, sino que también nos recuerda la importancia de vivir nuestra fe con ternura, alegría y fervor misionero. El Corazón de Jesús nos impulsa a amar y a servir a nuestros hermanos.
San Pablo nos recuerda: “Nos amó” (Rom 8, 37), una declaración que nos revela que nada nos separará de ese amor (Rom 8, 39). Así empieza la encíclica, destacando que el Corazón de Jesús nos espera incondicionalmente, sin exigir requisitos previos para amarnos. A través de Él, hemos llegado a conocer y creer en el amor que Dios nos tiene (1 Jn 4, 16).
En un mundo en el que proliferan diversas formas de religiosidad desvinculadas de una relación personal con Dios, el Papa Francisco señala que frecuentemente olvidamos “la ternura de la fe, la alegría del servicio y el fervor de la misión”. Por eso, nos invita a profundizar en el amor humano y divino de Cristo, que se manifiesta en su Sagrado Corazón, un lugar donde podemos encontrar la esencia del Evangelio y a aprender a amar verdaderamente.
El Papa destaca que al encontrarnos con el amor de Cristo, nos volvemos capaces de crear lazos fraternos y reconocer la dignidad de cada persona. Ante el Corazón de Jesús, pedimos que Él tenga compasión de nuestro mundo herido y que nos regale la luz y el amor necesarios para afrontar los desafíos actuales, desde la guerras hasta el consumismo y el uso irresponsable de la tecnología.
Francisco destaca la importancia del corazón frente a la filosofía contemporánea que privilegia la razón y la voluntad y olvida el amor. Nos recuerda que nuestra identidad espiritual radica en nuestro corazón, que nos une con los demás y nos permite establecer relaciones auténticas.
Los últimos capítulos de la encíclica resaltan la conexión entre la experiencia espiritual personal y el compromiso social y comunitario. Al acercarnos al Corazón de Cristo, somos enviados a amar a nuestros hermanos, convirtiéndonos en agentes de la civilización del amor.
El Papa concluye con una oración: “Pido al Señor Jesús que de su santo Corazón broten para todos nosotros ríos de agua viva, que curen nuestras heridas y fortalezcan nuestra capacidad de amar y de servir”.