En Cartas del Obispo, General, Obispo de Huesca, Últimas noticias
Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
Llega el momento de decir adiós. Y lo hago con inmensa gratitud por todas las nuestras de amistad y afecto que he recibido durante estos doce años y nueve meses que he convivido con vosotros.
Conocía estas tierras altoaragonesas y sus nobles gentes, tan queridas en toda la región. Conocía a un abundante grupo de sacerdotes con quienes estudié en Zaragoza y a otros a quienes acompañé en sus años de preparación en el Centro Regional de Estudios Teológicos de Aragón. También coincidí en la capital de Aragón con religiosas y seglares que profundizaron tanto en Teología como en Ciencias Religiosas y a quienes he encontrado de nuevo como testigos creíbles del Evangelio.
Mi agradecimiento se extiende a los sacerdotes, personas consagradas y seglares con quienes he colaborado a lo largo de este período. De todos vosotros, he recibido testimonios elocuentes de evangelio vivido en plenitud. De todos vosotros, podría contar muchos episodios de generosidad heroica, de trabajo extenuante, de siembra paciente, de fe arraigada, de esperanza viva, de amor entregado. Sin todos vosotros, todo hubiera sido más triste, más complicado.
Un grupo no pequeño de personas nos han precedido en el encuentro definitivo con el abrazo de la misericordia del Señor. Juntos, hemos dado gracias a Dios por sus vidas, hemos agradecido su testimonio, hemos orado por ellos y nos hemos sentido reconfortados desde la esperanza en la resurrección. Y nos encomendamos a su oración.
Cada día, en la Eucaristía y en el examen de conciencia, he pedido perdón al Señor por mis limitaciones y deficiencias. Ahora deseo, una vez más, pediros públicamente perdón. No es un sentimiento de puro trámite. Os pido, sinceramente, perdón.
Vuelvo a la región en la que nací. Viviré en una diócesis de la que tengo mucho que aprender. Voy con alegría, aceptando con gozo la voluntad del Señor y la decisión del Santo Padre. No os puedo ocultar que siento un pellizco en el corazón a la hora de despedirme de vosotros. Pero dejo detrás de mí un fragmento de mi vida que el Señor me ha permitido compartir gozosamente con todos vosotros.
Deseo que recéis para que el Señor os conceda un pastor según su corazón. Estoy seguro de que lo recibiréis con alegría, que caminaréis junto a él con esperanza, y que colaboraréis con él en los proyectos e iniciativas que el Espíritu Santo vaya suscitando.
Rezo por vosotros y os aseguro mi oración.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

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