Desde el 18 al 25 de enero, los cristianos estamos convocados a orar un año más por la plena unidad visible, según el deseo de Jesús, expresado en su oración al Padre en la última Cena: “Que ellos también sean uno en nosotros para que el mundo crea” (Jn 17, 21). La oración intensa y ferviente de las diversas Iglesias y Comunidades eclesiales durante el Octavario es hoy un patrimonio espiritual de todas las confesiones cristianas.
El Vaticano II fue un Concilio ecuménico. Definió el ecumenismo como un “movimiento cada día más amplio, surgido también entre nuestros hermanos separados, por la gracia del Espíritu Santo, para restablecer la unidad de todos los cristianos” (UR 1).
El alma de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, es el ecumenismo espiritual. “La conversión del corazón, la santidad de vida, junto con las oración públicas y privadas por la unidad de los cristianos, han de considerarse como el alma de todo el movimiento ecuménico y con toda verdad puede llamarse ecumenismo espiritual” (UR 8).
El tema de reflexión y oración de este año, propuesto por los cristianos de Burkina Faso, es la parábola del buen samaritano, en la que Jesús explica en qué consiste amar al prójimo Por eso el lema es: “Amarás al Señor tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo” (Lc 10, 27).
En el mensaje de la Subcomisión Episcopal para las Relaciones Interconfesionales y Diálogo interreligioso los obispos piden que oremos con intensidad en este Octavario, para que nuestra Iglesia sea de verdad casa de acogida. Nuestras comunidades cristianas tienen que ser posadas donde todos puedan refugiarse, lugar de acogida para los hombres que buscan, comunidades que sanan. Recordamos las palabras del Papa Francisco y la imagen que ofrece cuando habla de la Iglesia como “hospital de campaña”, que atiende a “tanta gente herida que nos pide cercanía, que nos pide a nosotros lo que pedían a Jesús: cercanía, proximidad”. Para que esto sea posible, nuestras comunidades han de ser abiertas, alegres, vivas. Han de tener, sobre todo, una inmensa capacidad de acogida, para que todos se encuentren en ellas como en su casa.
Al mismo tiempo pedimos perdón, porque con nuestras actitudes hemos sembrado odio y división, acentuando las divergencias y mirando al otro como un contrincante y no como un hermano.
Confiamos los frutos de esta Semana de Oración a la Virgen María, Madre de Cristo y de la Iglesia.